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lunes, 29 de mayo de 2017

¿QUÉ ES LA FE?


La fe es fundamento de lo que se espera,
y garantía de lo que no se ve
Heb 11,1

La fe es certeza de lo que no se ve, ¿qué significa esto? Pues que crees algo aunque no lo veas.

Aunque nunca hayas viajado a Japón, sabes que existe, porque lo dicen los libros, porque hay películas, quizá conoces a alguien que ya viajó ahí, y tienes FE, tienes la certeza de que está ahí.

Nunca viste a los héroes de la nación, pero están mencionados en los libros y les crees, les tienes fe, tienes certeza de que existieron y dieron sus vidas por los intereses de la nación.

Lo más seguro es que a menos que hayas pasado por alguna rara cirugía, nunca has visto tu cerebro o alguno de tus órganos internos, pero crees que están ahí, tienes la certeza de que está ahí y funcionando, es más sin el cerebro no podrías tener certeza de nada.

Yo nunca he visto un virus, en los libros de virología se les mencionan, anexan fotos tomadas con microscopios especiales, pero es más, ni siquiera esos microscopios he visto y sin embargo he creído lo que me han dicho mis profesores.

Nunca he visto una aurora boreal y sin embargo sé que existen.

Y podría seguir dando ejemplos de cosas que no vemos o no nos constan, como es el caso de la Historia pero creemos “de buena fe”, que los historiadores no nos han mentido, tampoco nuestros profesores, aunque tampoco es que sea imposible, seguro no es lo común.

Por la fe, advertido Noé
de lo que aún no se veía,
tomó precauciones y construyó un arca
para salvar a su familia;
por ella condenó al mundo y
 heredó la justicia que viene de la fe.
Heb_11:7

Hemos crecido con fe. Fe en que nuestros padres siempre tendrán alimento en la mesa, aunque eso sí que lamentablemente no puede afirmarse para absolutamente todas las personas, pero de pequeños, nuestra fe estaba con nuestros padres que nos aseguraban comida, ropa, cama, educación, etcétera.

Hemos tenido fe en que si respetamos los señalamientos de transito todo irá bien.

Pues la fe ha estado ahí siempre, sin embargo, resulta que conforme vamos creciendo, nuestro cerebro comienza a razonar de manera diferente, ya non nos creemos los cuentos de hadas, ahora somos serios.

Ahora resulta que sabemos tanto de ciencia y tenemos el conocimiento a la mano y sobre todo tanta tecnología que tener fe se nos dificulta.

Otras personas se refieren a la fe como una especie de “polvillos mágicos” que da igual a que se los pongas, pero una vez que lo hagas funcionará, es decir si tienes fe en las estrellas, te ayudarán, si tienes fe en una patita de conejo, te ayudará y así con lo que te vaya mejor.

Pues no, eso sí que es un error, y aunque no pretendo escribir un tratado sobre la fe, sí que quiero dejar claro algo.

Una cosa es la motivación personal que cuando no está las cosas parecen imposibles y si nos dejamos llevar del desánimo tarde o temprano tendremos razón, pero si contamos con suficiente motivación, con suficiente fe en lo que nos hemos propuesto, vaya que también tarde o temprano tendremos razón.

Pero no nos confundamos, si pones tu fe en que las estrellas pueden cooperar contigo o confabular contra ti saldrás estrellado.

Imagina que las estrellas tuvieran tiempo para ayudar o perjudicar, o peor aún ambas cosas al mismo tiempo a tantos millones de persona, esto es imposible porque las estrella no son seres inteligentes.

Es decir, cuando hablamos de fe, estamos hablando también de que esta fe está puesta en alguien real, que existe aunque no le hayamos visto, pero es un Ser, el único que es Es (con mayúscula porque Él es el Ser) y que gracias a Él somos, todos los demás.

No es como si pudiera inventar cualquier fetiche y automáticamente por ponerle dos pizcas de fe entonces cobra vida, inteligencia y entonces de la nada se vuelva confiable.

Tener fe implica creer que Dios existe y que nos creó para relacionarnos con Él y esta fe debe permear en toda mi vida, en todas mis acciones.

Jesús les dijo:
«En verdad os digo que si tuvierais fe y no vacilaseis,
no solo haríais lo de la higuera,
sino que diríais a este monte:
“Quítate y arrójate al mar”, y así se realizaría. Mat 21,21

La fe debe notarse en una actitud sin titubeo, no digo que sea fácil, pero definitivamente será algo para trabajar. Habrá que confiar total y plenamente en Dios y para eso tendremos que estar convencidos de su bondad. Su bondad no es intermitente, Él es bueno en grado sumo y todo el tiempo.

Todo lo que pidáis orando con fe, lo recibiréis».
Mat 21,22

No es necesario ser biblista para saber que obviamente se refiere a cosas buenas, sobre todo he viso resultados magníficos cuando pides por otros. (Ora por quienes te persiguen, ora honesta y desinteresadamente porque sean bendecidos)

Viendo Jesús la fe que tenían,
le dice al paralítico:
«Hijo, tus pecados te son perdonados».
                                                                    Mc 2,5               

No es un componente mágico que aplicas a las cosas, pero mira qué importante es.

Jesús replicó: «¿Si puedo?
Todo es posible al que tiene fe».
Mc 9,23

Insisto en que evidentemente se trata de cosas buenas y cosas que vayan de acuerdo con la Voluntad del Padre para nuestra propia santificación y crecimiento.

Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado»
Mc 10,52

Él le dice: «Hija, tu fe te ha salvado.
Mc 5,34

Sin ánimos de crear controversia o de asustar a nadie, yo preferiría tener fe y algún día escuchar: “Tu fe te ha salvado” que no tenerla y escuchar en cambio “tu falta de fe te ha condenado”.


Recordemos aquel pasaje donde el profeta reta a los profetas de Baal, y que de una vez por todas quedara evidencia de quien era el Dios verdadero.

“Pero ahora, manda que todo Israel se reúna en torno a mí en el monte Carmelo, especialmente a los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal que comen a la mesa de Jezabel».
Ajab dio una orden entre todos los hijos de Israel y reunió a los profetas en el monte Carmelo.
Elías se acercó a todo el pueblo y dijo: «¿Hasta cuándo vais a estar cojeando sobre dos muletas? Si el Señor es Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal». El pueblo no respondió palabra.
Elías continuó: «Quedo yo solo como profeta del Señor, mientras que son cuatrocientos cincuenta los profetas de Baal.
Que nos den dos novillos; que ellos elijan uno, lo descuarticen y lo coloquen sobre la leña, pero sin encender el fuego. Yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, también sin encender el fuego.
Vosotros clamaréis invocando el nombre de vuestro dios y yo clamaré invocando el nombre del Señor. Y el dios que responda por el fuego, ese es Dios». Todo el pueblo acató: «¡Está bien lo que propones!».
Elías se dirigió a los profetas de Baal: «Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, pues sois más numerosos. Clamad invocando el nombre de vuestro dios, pero no pongáis fuego».
Tomaron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando el nombre de Baal desde la mañana hasta el mediodía, diciendo: «¡Baal, respóndenos!». Mas no hubo voz ni respuesta. Brincaban en torno al altar que habían hecho.
A mediodía, Elías se puso a burlarse de ellos: «¡Gritad con voz más fuerte, porque él es dios, pero tendrá algún negocio, le habrá ocurrido algo, estará de camino; tal vez esté dormido y despertará!».
Entonces gritaron con voz más fuerte, haciéndose incisiones con cuchillos y lancetas hasta chorrear sangre por sus cuerpos según su costumbre.
Pasado el mediodía, entraron en trance hasta la hora de presentar las ofrendas, pero no hubo voz, no hubo quien escuchara ni quien respondiese.
Elías dijo a todo el pueblo: «Acercaos a mí», y todo el pueblo se acercó a él. Entonces se puso a restaurar el altar del Señor, que había sido demolido.
Tomó Elías doce piedras según el número de tribus de los hijos de Jacob, al que se había dirigido esta palabra del Señor: «Tu nombre será Israel».
Erigió con las piedras un altar al nombre del Señor e hizo alrededor una zanja de una capacidad de un par de arrobas de semilla.
Luego dispuso leña, descuartizó el novillo y lo colocó encima.
«Llenad de agua cuatro tinajas y derramadla sobre el holocausto y sobre la leña», ordenó y así lo hicieron. Pidió: «Hacedlo por segunda vez»; y por segunda vez lo hicieron. «Hacedlo por tercera vez» y una tercera vez lo hicieron.
Corrió el agua alrededor del altar, e incluso la zanja se llenó a rebosar.
A la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y comenzó a decir: «Señor, Dios de Abrahán, de Isaac y de Israel, que se reconozca hoy que tú eres Dios en Israel, que yo soy tu servidor y que por orden tuya he obrado todas estas cosas.
Respóndeme, Señor, respóndeme, para que este pueblo sepa que tú, Señor, eres Dios y que has convertido sus corazones».
Cayó el fuego del Señor que devoró el holocausto y la leña, lamiendo el agua de las zanjas.
Todo el pueblo lo vio y cayeron rostro en tierra, exclamando: «¡El Señor es Dios. El Señor es Dios!».      1 Re 18,19-39

El Dios en el que creemos los cristianos, es el único que se ha revelado al ser humano y se ha metido en la historia de la humanidad. El ejemplo del profeta Elías es maravilloso.

Tener fe por lo tanto, consiste en actuar con absoluta confianza, para esto tendremos que meditar constantemente en lo que significa ser bueno, en que Dios es bueno como ya dijimos en grado sumo, que su bondad no es intermitente ni pasajera, que ser Bueno y ser Amor es lo que Él es.

Confiemos entonces como lo hacía San Pablo:

“Por cuya causa padezco estas cosas,
mas no me avergüenzo, puesto que sé a quién he creído,
y estoy cierto de que Él es poderoso
para guardar mi depósito hasta aquel día.” 2 Tim 12


En la traducción de la Biblia de Monseñor Straubinger tiene como nota a pie de página de la cita de 2 Timoteo lo siguiente:

“San Pablo nos llama aquí la atención sobre la diferencia entre creer a las palabras de los hombres y creer a las de Dios. La fe es más que una creencia; es un saber. En el lenguaje usual, que ha depravado tantas cosas sagradas, “yo creo”, significa “opino, sospecho, me parece”. En la vida religiosa y espiritual no se podría decir, por ejemplo: opino que el mundo fue creado por Dios, y me parece que la Biblia dice la verdad y que el Padre me envió su Hijo para que fuese mi salvación porque yo estaba perdido, y supongo que Jesús volverá un día, etc. Job (19, 25) dice, con una fuerza inmensa: “Yo sé que vive mi Redentor y que he de resucitar de la tierra en el último día, y de nuevo he de ser revestido de esta piel mía y en mi carne veré a mi Dios, a quien he de ver yo mismo en persona y no otro”. Es decir, no sólo tengo la certeza de esto, sino que lo afirmo exteriormente; lo sé con mayor firmeza que lo que me dicen mis sentidos, pues éstos pueden engañarme, pero la Palabra de Dios no. Y por eso, el saberlo, significa confiarme en ello sin límites, apoyando y arriesgando todo sobre esa verdad. Y el afirmarlo, significa sostenerlo, difundirlo y dar testimonio hasta el fin de la vida y hasta dar la vida (Mt. 10, 22; 24, 13) –mártir significa en griego testigo– puesto que el bien de saber y poseer lo definitivo no puede compararse con ningún otro bien transitorio. Esta certidumbre de la fe es la condición para llegarse a Dios y bien se explica que así sea, pues de lo contrario sería ofender a Dios negándole crédito o dudando de su palabra. De ahí que nada sea más necesario que el examen de conciencia sobre la sinceridad de nuestra fe, que es tal vez el único que nunca hacemos suficientemente. “

Es decir creer no es dudar, tener dudas es bueno y es normal en lo que se refiere al conocimiento de nuestra fe, de la iglesia etcétera, tener dudas es lo que nos lleva a investigar, preguntar, leer, buscar, pero aquí dudar no se refiere a dudar de la bondad de Dios, de su generosidad, o dudar que pueda hacer cualquier cosa si lo pedimos con fe y humildad.
Examinad vosotros si os mantenéis en la fe.
Comprobadlo vosotros mismos.
¿O no reconocéis que Cristo Jesús está en vosotros?
 ¡A ver si no pasáis la prueba!
2Co 13,5
Como dice el mismo monseñor Straubinger en el fragmento que ya leímos, examinemos nuestra conciencia para saber si tenemos fe y si no la tenemos, pidamosla.

Dios te bendiga con mucha fe.


MEJORAM 
01/04/17

1 comentario:

  1. Muchas veces nuestra fé está en nosotros mismos, razón de los constantes fracasos. Si pusiéramos nuestra fe en el Todopoderos el mundo y nuestras propias vidas serian otra cosa. ¡Señor danos fe para vivir conforme a tu Voluntad!

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