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lunes, 10 de julio de 2017

PERO ¿POR QUÉ SUFRO?



Seguro, seguro que te has preguntado, ¿cómo es que si Dios me ama tanto permite que sufra?

Hoy haré un gran esfuerzo para ayudarte a “perdonar” a Dios por esto.

Comencemos retomando una idea que plasmé en la publicación anterior:

“Lo que pasa es que muchas veces en el fondo
no estamos tan convencidos de que Dios sea tan bueno
y de que siempre esté al pendiente. De modo que cuando
nos toca sufrir, recibimos esa “bendición” con sospecha.
Sospechamos de Dios.”



Ya que retomé esta idea, lo siguiente es preguntarte: ¿Estás seguro(a) de que Dios es el culpable de tu sufrimiento?

¿Cómo es que se nos ocurre culparle y no a alguien que con mucha mayor razón podría ser el responsable de nuestro sufrir?

Hay un ser espiritual, maligno, mentiroso, engañador, venenoso que se encargó de introducir la tentación en el Paraíso donde todo funcionaba de las mil maravillas, sabemos el desenlace.

Desde que Adán y Eva, decidieron “independizarse” de Dios, de ser autónomos, de que “nadie pudiera decirles lo que está bien o mal” y decidir por sí mismos, las cosas han venido a descomponerse. Aún hoy vemos nuevas formas de maldad y nuevas tecnologías para el mal. Bueno, bueno, habrá algunos lectores que preferirían que dijera que hay personas que usan la tecnología para hacer el mal.  Como se quiera ver, el mal está ahí y cada vez tenemos formas más sofisticadas de hacerlo.
 
Es muy importante no perder de vista que Dios nos dio un gran regalo que se llama “Libre Albedrío”, es decir la capacidad para elegir entre el bien y el mal. Y no tendría mucho chiste que nos lo regalara y no nos dejara usarlo. Imagina que en cada elección que hagas, se te aparezca y te impidiera elegir lo que está mal, tarde o temprano reclamarías. Imagina que te regalaran un coche y tuvieras que pedir permiso a quien te lo regalo, cada vez que fueras a usarlo. Es un regalo.

Pues en la vida diaria, nos toca convivir, (con-vivir, vivir con) con tanta gente con libre albedrío que puedes estar seguro(a) que muchísimas veces esos libres albedríos chocarán con el tuyo. Y así como no te gustaría que Dios se metiera con tu albedrío a cada paso, tampoco a los otros albedríos. Es decir, el regalo viene con consecuencias maravillosas y  otras que no lo son tanto.

En el ejercicio de tu libre albedrío cometerás muchísimos errores y Dios no se meterá, no porque no te quiera, sino primero, porque sabe que aprenderás de cada uno y segundo, a la larga no te parecerá justo.

Tienes que saber que el buen uso de tu libre albedrío, redundará en auténtica libertad (y felicidad) y lo contrario en problemas, dificultades, sufrimientos (innecesarios) y vicios que te roban la felicidad.

A lo anterior agrégale que convives con gente que tantas veces como tú, cometerá abusos y excesos en el uso de su albedrío y que muchas veces te afectarán. Y Dios, muchas veces no se meterá por las mismas razones que no se mete con tu albedrío.

Sin embargo, Dios es todo poderoso, y aunque no te lo puedo demostrar con rigor científico, estoy convencido, que la mayoría de las veces, sirviéndose de su Providencia, Santidad y Justicia, si interviene, sin violentar nuestro albedrío y sobretodo sin que lo notemos. Trataré de ponerte un ejemplo que resalte la probabilidad de lo que digo.


Cuantas veces vas en el coche y de pronto algún otro conductor no ha tenido precaución y se ha pasado un alto, o se ha metido en sentido contrario, ha estado a punto de chocarte o de atropellarte en un paso peatonal y de puritito milagro no ha pasado nada. Y no pasa pocas veces.
Estamos la mayoría tan ensimismados con nuestras preocupaciones que vamos por la vida de manera <> pero seguimos aquí “vivitos y coleando” y por pura gracia divina.

En verdad que si no interviniera Dios, la tasa de accidentes, nada más por mencionar algunas de las intervenciones, se dispararía a cifras astronómicas.

Bueno, nos toca sufrir las consecuencias del mal uso o abuso de nuestro libre albedrío y el mal uso o abuso del de los demás, pero nada que no podamos ir superando y de lo que no se pueda (Dios por supuesto que puede) sacar algo bueno.

El pecado es precisamente un abuso o mal uso de nuestro albedrío y Jesús lo solucionó dejándonos un sacramento, la confesión, donde se nos brinda la oportunidad de volver a intentar y la oportunidad de volver cuando lo necesites. Supera tu vida de pecado poco a poco, un pecado a la vez y notarás un aumento de felicidad (por que aumentará la Gracia) aún en medio de las pruebas.


Es decir que Dios no se tiene la culpa de que sufras, normalmente sin que lo notes, te está librando de sufrimientos dolorosísimos pero no lo notas porque no lo sabes. Dios no quiere que sufras pero es Todopoderoso para que aunque sufras saques mucho provecho de esas experiencias dolorosas.
El sufrimiento no es un defecto en su bondad, sino una oportunidad de multiplicar sus bendiciones.



Soy tu amigo MEJORAM y te espero aquí la próxima semana con una nueva reflexión: “¿No es el pecado una palabra chocante?”



Te comento que ya estoy disponible para visitar tu comunidad llevando un mensaje de esperanza.

CONTACTO:

Con el objetivo de facilitar el contacto, a partir de las nuevas publicaciones aparecerá un link en el que puedes acceder a mi Currículum, donde además aparecen mis datos y requerimientos, para visitar tu comunidad o parroquia.

MEJORAM CV




MEJORAM
24/06/17


2 comentarios:

  1. Excelente reflexión!! El Señor siempre nos ofrece lo mejor, solo tenemos que saber elegir y sobre todo saber y querer escucharle. Dios te bendiga!!

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