CARTA A MIS HERMANOS(AS) ENFERMOS(AS)
(Quiero dedicar este espacio a todos los enfermos, especialmente a aquellas personas cuya enfermedad es clasificada en la ciencia como “Incurable”.
También quisiera dedicar este mismo espacio a las personas que padecen alguna discapacidad, de nacimiento o no.)
También quisiera dedicar este mismo espacio a las personas que padecen alguna discapacidad, de nacimiento o no.)
“Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo”
Mt 4,23
Hola hermano(a)
Yo sé que probablemente en esta situación en la que te
encuentras es posible que no tengas ganas de escuchar esto, también es posible
que esto precisamente hayas estado esperando, no lo sé, tanto como si es lo que
esperabas como si no, siento el deber de traer alegría a tu corazón.
Desconozco si eres una persona que frecuenta o no la
lectura de la Biblia, independientemente pretendo obsequiarte algunos pasajes
que podrían resultarte de interés, si ya los habías leído, es probable que el
sentido en el que te los presento te resulte novedoso, si nunca los has leído
con mayor razón encontrarás en esto un tesoro.
Son numerosos pasaje del Evangelio en el que Jesús sana a alguien, arriba he puesto ya uno y
pondré los demás, invitándote a no conformarte con leerlos aquí, verifica tú
mismo(a) esos pasajes en tu Biblia y compruébalo.
Y he aquí vino un leproso y se postró ante
él diciendo:
¡Señor, si quieres, puedes limpiarme! Jesús extendió la
mano y lo tocó diciendo:
Quiero. ¡Sé limpio! Y al instante
quedó limpio de la lepra (Mt 8,2-3).
Al atardecer, trajeron a él muchos
endemoniados.
Con su palabra echó fuera a
los espíritus y sanó a
todos los enfermos, de modo que se cumpliera lo
dicho por medio del profeta Isaías, quien
dijo: Él
mismo tomó nuestras
debilidades y cargó con
nuestras enfermedades .
Fíjate que dice: “sanó a todos los enfermos”, dice : “todos”.
Jesús recorría todas las ciudades y las
aldeas,
enseñando en sus sinagogas, predicando el
evangelio del reino y sanando toda enfermedad
y toda dolencia
Aquí de nuevo dice: “toda
enfermedad y toda dolencia”, más adelante encontraremos otra cita
parecida, entonces haré un comentario al respecto.
Entonces dijo a aquel hombre: Extiende tu mano.
Él la
extendió, y su mano fue restaurada sana
como la
otra.
Entonces
fue traído a él un endemoniado,
ciego y
mudo; y lo sanó, de
manera que el
mudo hablaba y veía.
Y cuando los hombres de aquel lugar lo
reconocieron,
mandaron a decirlo por toda aquella región,
y trajeron
a él todos los que estaban enfermos. Y le rogaban que
solo
pudieran tocar el borde de su manto, y todos los
que lo
tocaron quedaron sanos.
Todos los que
lo tocaron quedaron sanos.
Entonces se
acercaron a él grandes multitudes
que tenían consigo
cojos, ciegos, mancos, mudos
y muchos otros
enfermos. Los pusieron a los pies
de Jesús, y él los sanó.
Los sanó, no dice que haya sanado
sólo a algunos, sino que los sanó.
Jesús le reprendió, y el demonio salió de
él;
y el niño
fue sanado desde aquella hora.
Grandes
multitudes lo siguieron, y las sanó allí.
Estas dos dicen que los sanó desde
aquella misma hora, allí, y aunque no lo dice tal cual en las anteriores, podemos suponer que así fue. Además eran multitudes.
Entonces
ciegos y cojos vinieron a él en el templo, y él los sanó
La suegra de Simón estaba en cama con
fiebre;
y de inmediato le hablaron de ella. Él se acercó
a ella, la
tomó de la mano y la levantó. Y le dejó
la fiebre, y ella comenzó a servirles.
Y Jesús le respondió diciendo:
¿Qué
quieres que te haga? El ciego le
dijo: Rabí,
que yo recobre la vista. Jesús le dijo: Vete. Tu fe
te ha
salvado. Al instante recobró la vista y seguía
a Jesús en
el camino.
En aquella
hora Jesús sanó a muchos de
enfermedades,
de plagas y de espíritus malos;
y a muchos
ciegos les dio la vista.
Y he aquí una mujer que tenía espíritu de
enfermedad
desde hacía dieciocho años andaba encorvada
y de
ninguna manera se podía enderezar. Cuando
Jesús la vio,
la llamó y le dijo: Mujer, quedas libre de
tu enfermedad.
Puso las
manos sobre ella, y al instante se enderezó y
glorificaba
a Dios.
Jesús sanaba a todos según nos relatan los evangelios, no
importaba si era una enfermedad incurable, si se padecía recientemente o de
nacimiento.
Tristemente hoy nos hemos vuelto tan racionales que le
damos muchísimas vueltas a estos temas. Lo primero que nos viene a la mente es
decir que Dios no es nuestro amuleto de la suerte ni nuestra aspirina, y no lo
es, en verdad que no lo es. Pero es Dios, es ese Dios que cada domingo decimos
que creemos que es TODOPODEROSO.
No le pedimos a Dios la sanación porque sea nuestro
amuleto o nuestra aspirina sino porque lo
necesitamos y sólo Él puede curar lo que la medicina no ha podido.
Pidamos nuestra sanación, pero demos también los pasos
para que Dios nos sane a través de los médicos que Él mismo creó. Oremos mucho
por los médicos para que siempre den su máximo esfuerzo, para que tengan un muy
buen ojo clínico y sepan dar con el diagnóstico acertado y el tratamiento más eficaz, pero cuando no
sea así roguemos, imploremos a nuestro Padre que nos sane.
A veces no pedimos la sanación, ni sugerimos pedirla, porque tenemos temor de no ser sanados y no
queremos ni ser defraudados, ni alimentar falsas esperanzas, pero
¿acaso esto no es falta de fe?
La disfrazamos insistiendo en que hay que aceptar la
Voluntad de Dios, como si estar enfermos lo fuera. ¿No Dios es un Padre? Pues,
te digo algo, yo como papá, y un papá infinitamente inferior a Dios, que no soy
santo, ni perfecto, yo no soporto ver enfermas a mis hijas, muchas veces he
deseado que el que esté enfermo fuera yo. Acaso Dios que es Santo, Perfecto y
abismalmente más bueno que todos nosotros juntos ¿se regocija en nuestro dolor?
Pues no, claro que puede permitirlo, ya que sabemos que Él siempre puede sacar un
bien de cualquier mal, pero fíjate cómo en las citas que he compartido dice que
sanaba a “TODOS”, a ninguno se
menciona que le haya mandado: “Ve y ofrécelo”. A Pablo le dijo que le bastaba
su Gracia, respecto a una espina que el mismo Pablo menciona sin aclarar a qué
se refería pero ¿por qué tendríamos que suponer que se trataba de una
enfermedad?
No digo que no, pero insisto en que no deberíamos en
automático dar por sentado que nos quiere enfermos.
Sí podemos encontrar en cambio, un momento en que un
padre le dice al Señor, que sus discípulos no han podido ayudarle, Jesús lo
sana y cuando los discípulos preguntan por qué ellos no pudieron, Jesús les
dice que algunos problemas se resuelven con ayunos y oraciones.
No pretendo generar falsas expectativas, pero tampoco
quisiera no insistirte lo suficiente para que hagas TODO lo que esté a tu alcance para implorar la intervención de
Jesús, “Él es el mismo ayer, hoy y siempre”(Hebreos 13,8)
Quiero que ores, que ofrezcas si te es posible los
ayunos, oraciones y sacrificios por tu sanación, que vayas al santísimo, que
pidas la oración de tu comunidad, de tu familia, y que se haga lo que Dios
quiera.
Pero que sea lo que Él quiera y no lo que nuestra pobre
fe y nuestras excusas le impidan.
El oficial del rey le dijo: Señor, desciende
antes que muera mi hijo. Jesús le dijo: Ve,
tu hijo
vive. El hombre creyó
la palabra que
Jesús le dijo y se puso en camino. Mientras
todavía
descendía, sus siervos salieron a recibirlo
diciendo
que su hijo vivía.
Jesús le dijo:
Levántate, toma tu cama y anda.
Y en seguida el hombre fue
sanado, tomó su
cama y anduvo.
Y aquel día era sábado.
Muchas personas tienen en cambio la idea de que eran
otros tiempos, hoy ya tenemos mucha ciencia, la medicina ha avanzado tanto y la
psiquiatría, que no necesitamos ni oraciones ni exorcismos. Muchos nos acusan
de fanáticos y sensibleros, pero a nosotros nos basta lo que vemos cada día
como fruto de nuestras oraciones. Jesús sigue sanando, no a mucha, a muchísima
gente HOY MISMO.
Dicho esto, escupió en tierra, hizo lodo con
la saliva
y con el lodo untó los ojos del ciego. Y le dijo: Ve,
lávate en
el estanque de Siloé
(que significa enviado).
Por tanto
fue, se lavó y regresó viendo.
Jesús de pronto usaba métodos un poco raros para sanar,
hoy la ciencia dudaría en usar tierra para el tratamiento de algo, no así la
estética, la tierra tiene parásitos, virus, bacterias, hongos, y sin embargo
Jesús con su bendita saliva sanó a este hermano.
En la primera lectura de hoy ( 2 Rey 5, 1-15a) Naamán se
molesta porque Eliseo “sólo” le mandó lavarse siete veces en el Jordán, cuando
Naamán esperaba ciertamente una oración, una unción o algo, incluso algo quizá
difícil de hacer. Sus servidores le convencen precisamente con este argumento,
si te hubiera mandado hacer algo muy difícil, ciertamente que lo hubieras
hecho, pues cuánto más esto que es tan sencillo.
Pues bueno, Jesús a veces utiliza la enfermedad del
cuerpo para sanar la enfermedad del alma. A veces no nos sana porque nosotros
en verdad sólo le vemos como una pastilla, queremos utilizarlo, piensa bien
esto: “¿Qué tal si quiere sanarte para que le sirvas?”, Ah pero como nuestro
corazón es comodino prefiere seguir
enfermo antes que volverse uno de esos “Fanáticos”
,de esos que llevan la Biblia a todas partes y para todo la mencionan.
Si te pidieran aceptar una Quimioterapia, créeme, será
más incómoda, desagradable que convertirte en un verdadero discípulo, porque en
esto, aún quizá no lo sabes porque has juzgado externamente, en esto hermano(a)
está la verdadera felicidad.
Cuando entró en una aldea, salieron
a su encuentro diez hombres leprosos
los cuales se pararon de lejos y alzaron
la voz diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten
misericordia de nosotros! Cuando él los vio,
les dijo:
Vayan, muéstrense a los sacerdotes.
Aconteció
que, mientras iban, fueron limpiados.
Te recomiendo al terminar de leer mi carta, y luego de
orar fervorosamente por tu sanación, como ya lo estamos haciendo desde hace
rato en nuestra comunidad, inmediatamente comienza a dar gracias. Gracias por
todo lo que pediste, como si ya lo hubieras recibido, esto te ayudará a tener
un poco más de fe en que has sido escuchado(a).
Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo
sacerdote
y le cortó la oreja derecha. Entonces respondiendo
Jesús, dijo: ¡Basta de esto! Y tocando su oreja, lo sanó
El siervo del sumo sacerdote no estaba ahí en un plan que
favorezca a Jesús, estaba entre la multitud que le buscaba para hacerle daño, aun
así Jesús lo sanó. Otro obstáculo que le ponemos al Señor para sanarnos es que
nos sentimos indignos de que nos sane, pero te diré la verdad: Nadie es digno
de nada. Después de la Santísima Virgen María y San José, nadie es o ha sido digno
de nada, todos somos terribles pecadores, incorregibles, soberbios, egoístas,
engreídos y aun así amados, siempre amados por el Padre.
En tu oración, no olvides pedir que antes de seguir
orando te sane de la falta de fe, de la falsa creencia de que tu sanación
depende de tu “dignidad” o mejor dicho méritos. Que te sane de la incredulidad
de que todavía sucedan esas cosas. Del egoísmo de preferir enfermo que
servirle. Del trauma (que por cierto todos tenemos) de que las cosas buenas
sólo le pasan a otros y a ti nada.
Pídele que abra tu mente y tu corazón a la posibilidad de
volver a experimentar el gozo de estar bien, sano. Y que sane tu corazón para
que en adelante no sea capaz de negarle nada, que sea un corazón dispuesto a
gritar a los cuatro vientos que: “Jesús está vivo, que es el mismo ayer, hoy y
siempre, que continúa sanando toda enfermedad y toda dolencia”
Dile: “Padre, me pongo en tus manos, y en Nombre de tu
Amado Hijo, y por el Amor que tu mi Dios, Uno y Trino, por tu amor y no por mis
méritos, sáname de esta enfermedad, sáname de la idea de que no lo harías, y si
no lo haces, sana mi alma para que esta enfermedad me sea ocasión de santificación.
Pero discúlpame si insisto en pedir que sanes mi cuerpo y también mi alma, para
que una vez saliendo de esta dolencia, tenga la fuerza para proclamar tu Gloria
a todos mis hermanos. Te agradezco profundamente que me escuches, sé que antes de
abrir la boca, tus oídos ya eran cercanos, pero más cercano es y era tu
Corazón. Sáname y sírvete de mí para llegar a otros. Sea cual sea tu Voluntad,
yo la amo, la acepto y la agradezco. Bendito seas mi Dios y Señor.
Lávame con tu Preciosa Sangre y borra todas mis culpas
y sáname de esta enfermedad, y también
séllame junto con toda mi familia como tu propiedad desde hoy y para siempre.
Soy tuyo(a) Señor. Hágase en mí tu Santísima Voluntad”. Amén
Luego dedica unos minutos a agradecer…
Dios te bendiga.
MEJORAM
5/03/18
P.D. Todos los lunes intercedemos por ti, a las 8:00 PM en la rectoría de San Judas Tadeo, en Mérida, Yucatán, México. Cuando gustes, eres bienvenido (a)
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