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domingo, 28 de agosto de 2022

LAS NECESARIAS LÁGRIMAS

 LAS NECESARIAS LÁGRIMAS


Hace unos días, recordábamos en la liturgia a santa Monica, madre de san Agustín de Hipona. No hablaremos de la historia que ya es muy conocida y para quien no la conozca, está disponible en la web.

 Me enfocaré en cambio en un comentario que me hizo un hermano y que despertó la reflexión siguiente. 



El comentario iba en relación a la imagen que antecede estas palabras, el hermano me decía así: "las lágrimas y la oración". En definitiva, siempre es la oración lo primero, no tengo nada que objetar al comentario pero me ha hecho pensar en la importancia de las lágrimas. 

 Es preciso antes de entrar en materia aclarar qué se entiende o qué entenderemos por necesario en esta y por lo menos tres entregas más. No lo tomemos en sentido estricto ya que este blog no es de clases de filosofía, sino únicamente entiéndase esta explicación con la finalidad de una mejor comprensión de cómo he "procesado" la información. Decía entonces, que vamos a distinguir entre lo «necesario» y lo «contigente». Para Aristóteles lo «necesario» es aquello que no puede ser de otra manera de como es y para Boecio, lo «contingente» es lo posible, es decir, lo opuesto a lo necesario. Dicho de otro modo, lo necesario es así y no podría ser de otra forma, a diferencia de lo contingente. 

De tal manera que cuando hablo de las necesarias lágrimas, no estoy diciendo que alguien las desee al grado de tener "necesidad" de ellas, aunque, no me atrevería a descartarlo tampoco, sino que pienso que son realmente necesarias y no sólo por su función fisiológica de proteger la córnea, eliminar losmicrobios, polvo,  sustancias irritantes y otras partículas ajenas al ojo o evitar la resequedad, sino también en un sentido espiritual.

Veamos en primer lugar cómo con sus lágrimas (acompañando la oración y arrepentimiento) Ezequías obtiene misericordia:

«¡Ah, Yahveh! Dignate recordar que yo he andado en tu presencia con fidelidad y corazón perfecto haciendo lo recto a tu ojos.» Y Ezequías lloró con abundantes lágrimas. Antes de que Isaías hubiera salido del patio central, le fue dirigida la palabra de Yahveh diciendo: «Vuelve y di a Ezequías, jefe de mi pueblo: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria y he visto tus lágrimas y voy a curarte. Dentro de tres días subirás a la Casa de Yahveh. II Reyes 20,3-5

Veamos otros pasajes en que se mencionan las lágrimas:

  "En todas las provincias, dondequiera que se publicaban la palabra y el edicto real, había entre los judíos gran duelo, ayunos y lágrimas y lamentos, y a muchos el sayal y la ceniza les sirvió de lecho." Ester 4,3

 "Escucha mi súplica, Yahveh, presta oído a mi grito, no te hagas sordo a mis lágrimas. Pues soy un forastero junto a ti, un huésped como todos mis padres." Sal 39,13

 "De mi vida errante llevas tú la cuenta, ¡recoge mis lágrimas en tu odre! Entonces retrocederán mis enemigos, el día en que yo clame. Yo sé que Dios está por mí." Sal 56,9-10 

Aquí se entiende que el Señor también nos las permite como consecuencia y reparación de nuestros pecados:

 "Les das a comer un pan de llanto les haces beber lágrimas al triple..." Sal 80,6

"Mis ojos destilan ríos de lágrimas, porque tu ley no se guarda." Sal 119,136

Los Macabeos suplicaban con lágrimas pidiendo ayuda:

  "En cuanto los hombres de Macabeo supieron que Lisias estaba sitiando las fortalezas, comenzaron a implorar al Señor con gemidos y lágrimas, junto con la multitud, que enviase un ángel bueno para salvar a Israel." II Macabeos 11,6

 Cuando buscamos el sacramento de la reconciliación, en ocasiones, de manera equivocada, acudimos por tranquilizar nuestra conciencia, porque nuestro orgullo se encuentra herido y no necesariamente porque nos duela haber ofendido a Dios, sin ser conscientes de que cada pecado significó un gran sufrimiento a Nuestro Señor durante su Pasión incluyendo ese momento tan difícil de la oración en el huerto que tantas lágrimas y sangre le costaron.

 Ruego a Dios nos dé la adecuada comprensión acerca de la importancia de la vida eterna, del juicio personal y universal, de luchar por nuestra salvación y santificación, y la de quienes nos rodean y de quienes somos responsables de anunciar el Reino. Entonces lloraríamos amargamente por el tiempo perdido, por la posición tan peligrosa en que nos encontramos y se encuentra, no pocas veces por nuestra culpa, nuestra familia y amigos. 

Visto de este modo, ante la posibilidad de ver a su hijo condenarse al infierno, santa Mónica ha  llevado a la práctica lo que dice la Sagrada Escritura: "Hijo, por un muerto lágrimas derrama..." Eclo 38,16. Si bien, el hijo no estaba físicamente muerto, sino  espiritualmente, que es peor. 

Lloremos también nosotros por nuestros pecados y los de nuestra familia, amigos, conocidos, bienhechores y mejor aún, por quienes no nos quieren y ¿cómo hemos de llorar?:  "Llora amargamente, date fuertes golpes de pecho..." Eclo 38,17

 No nos engañemos pensando que será un poquito de lágrimas de cocodrilo, tampoco pensemos que bastará cortar un poco de cebolla y damos por cumplida la misión. También pienso que en este punto alguien dirá que esto no es un mandamiento o que estoy poniendo sobre mis lectores pesadas cargas,  contra esto permítame retomar el tema desde otra perspectiva. No es que estén obligados a ponerse a llorar, no es esto lo que quiero decir. ¿Y qué es lo que trato de decir? Mi deseo es invitar a quien me lee, a reflexionar muy bien lo que he dicho antes:

    - el sufrimiento que significó para Jesús aquel Viernes cada uno de nuestros pecados.

   - la posibilidad de la condenación eterna.

   - nuestra responsabilidad ante las actitudes y su relación con la vida espiritual de las personas a las cuáles nos toca anunciar a Cristo y darles buen testimonio. 

Y esto porque sé que no siempre somos conscientes de nuestra responsabilidad, porque podría ser una tentación y un peligro desentendernos de nuestra parte de responsabilidad y dejar toda la responsabilidad al mal ejercicio del albedrío del prójimo. Pero también para señalar una alternativa, un recurso, una oportunidad de rescatar almas mediante la mortificación, tal como lo hizo, por poner un ejemplo, el santo cura de Ars. 

Aclarado lo anterior insisto:

" ¡Clama, pues, al Señor, muralla de la hija de Sión; deja correr a torrentes tus lágrimas, durante día y noche; no te concedas tregua, no cese la niña de tu ojo!" Lam 2,8

 "Estaba ella llena de amargura y oró a Yahveh llorando sin consuelo..." 1 Sam 1,10

No dejamos de anunciar a Cristo, sino que perseveramos aconsejando, acompañando, guiando, sin desanimo, con muchísima paciencia y humildad al mismo tiempo que suplicamos con lágrimas para que el Señor les salga al Encuentro, para que se conviertan,  o para que vuelvan.

"Por tanto, vigilad y acordaos que durante tres años no he cesado de amonestaros día y noche con lágrimas a cada uno de vosotros." Hch 20,31

 Es que esas mismas lágrimas para san Pablo son una prueba de amor, son la prueba de un amor desbordante, por lo tanto, deseo que ese mismo amor nos mueva, nos una y nos desborde (cfr. 2 Cor 2,4). 

Tengamos pues, mucha esperan ya que al final, el fruto de una oración luego de una buena reflexión y que por esto mismo, vaya acompañada de abundantes lágrimas, no puede sino alcanzar su objetivo:

"...Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros, y quitará el oprobio de su pueblo de sobre toda la tierra, porque Yahveh ha hablado." Is 25,8

"«Vete y di a Ezequías: Así habla Yahveh, Dios de tu padre David: He oído tu plegaria, he visto tus lágrimas y voy a curarte..." Is 38,5

 "Os despedí con duelo y lágrimas, pero Dios os devolverá a mí entre contento y regocijo para siempre." Bar 4,23

"Al ir, va llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas." Sal 126,6

 Todo lo que he expresado es nada comparado con lo que diré a continuación, pues, si lo dicho no nos ha movido el corazón ni medio milímetro, espero que el deseo de escuchar la voz del Maestro reconociendo el valor de nuestras lágrimas sí nos conmueva y deje heridos de amor nuestros corazones:  "y volviéndose hacia la mujer, dijo a Simón: «¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies. Ella, en cambio, ha mojado mis pies con lágrimas, y los ha secado con sus cabellos." Lc 7,44


Antes de terminar solo me queda recomendar ampliamente leer la Escala espiritual de San Juan Clímaco, que habla sobre el tema de las lágrimas y aclarar que este llanto puede también el Señor concedernos que sea un llanto interior. Lo importante es que ese llanto lave nuestras almas y repare el daño ocasionado al Santísimo Cuerpo de Nuestro Señor  y al Corazón inmaculado de Nuestra Madre Santísima. 


MEJÓRAM

28/08/2022


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¿Me invitas a un refresco o un café? Me sigo encomendando a la Divina Providencia que se manifiesta a través del cariño generoso de ustedes, este mes es muy difícil por las vacaciones de mis alumnos. Gracias por todo.

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